La artista, reconocida en México y muchos otros países, explora el fenómeno migratorio a partir de una poética visual que no esconde sus aristas –hay que ver su pieza, “La Bestia”, para comprender que no evade los peligros que viven los connacionales–, pero que también es capaz de encontrar el ritmo y la profundidad de las múltiples historias que se han tejido en ese tránsito humano.
Hablamos de una muestra donde los objetos cobran un nuevo significado, más amplio; como las hormas de zapatos que usa Romero para evidenciar los pasos de los migrantes, o las piezas de papel picado que, sin dejar de ser familiares, se nos muestran distintas y hasta misteriosas gracias al juego de la luz.