De la vasta obra que produjo Leonora Carrington (1917-2011) a lo largo de su carrera, la gráfica es posiblemente la menos conocida. Por ello resulta aún más grato poder apreciarla en la Sala Tres del Centro Cultural Clavijero de Morelia.
Ahí, se reúne toda su producción gráfica, incluso la que estuvo inédita durante años, gracias a la disposición de las autoridades michoacanas, pero también como producto de un “acto fortuito”, como ocurre con las cosas y los procesos que rodean a esta corriente artística de principios del siglo XX, decía Fermín Llamazares, director del Consejo Leonora Carrington, el cual es pilar del museo de la artista en San Luis Potosí.
La “Gráfica Onírica” de Carrington que hoy podemos apreciar en Morelia muestra los elementos más recurrentes de su obra: sus animales fantásticos, incluidos pájaros y minotauros; sus personajes tan cerca de lo sombrío y esas habitaciones donde se asoma la alquimia y la magia para un espectador que, incapaz de leer la totalidad del misterio, se deja llevar por la belleza de la composición y la forma.
Carrington es una de las figuras más importantes del surrealismo y un elemento imprescindible para la historia del arte en México, país que fue su refugio –quizá después su oasis, terreno fértil para su creación onírica– cuando abandonó la Europa asolada por la Segunda Guerra Mundial, dejando tras de sí una gran historia de amor con Max Ernst, pero también la locura y la penuria que atrapa a los artistas cuando el mundo se desmorona por el estruendo de las bombas al estallar.