Desde que Vasco de Quiroga comenzó a enseñar alfarería en Tzintzuntzan, la población mantuvo tal saber artesanal prácticamente sin cambios, hasta mitad del siglo XX. Entonces, llegó una comisión del Crefal (Centro de Cooperación Regional para la Educación de Adultos en América Latina y El Caribe).
Ahí, en coordinación con personal de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dicha comisión puso en marcha el “Proyecto de Organización y Desarrollo de la Comunidad”, a n de rehabilitarla cultural y económicamente.
Este proyecto de corte progresista, buscaba mermar los “per les individualistas acentuados” en Tzintzuntzan para que se recuperase el espíritu de comunidad, al tiempo que modernizar sus procesos artesanales.
Así, se introdujo el torno, el molino mecánico, máquinas auxiliares y, un nuevo horno de cocción con petróleo (para evitar la tala forestal) entre los alfareros. Además se les enseñó a experimentar con otras técnicas artesanales, en madera y textil; así como a producir “ladrillos huecos” con técnicas de los expertos de la OIT.
Se trataba, pues, de transformar los métodos de trabajo locales y reforzar el sentido de colectividad, según consta en el documental Tzintzuntzan (UNESCO/ Crefal, 1957), dirigido por Lucien Parizeau.
Hoy día, buena parte de lo aprendido por entonces sigue vigente, y el municipio sigue vigente, y el municipio destaca por sus artesanías en barro, madera, textil y chuspata ( bra vegetal extraída del Lago). Lo habitan unas 13 mil 556 personas, y sólo 8 de cada 100 tiene computadora, o por lo menos, eso ocurría hasta 2010.
ANTECEDENTES:
UACÚSECHA Y CRISTIANOS
Por el noreste, en una ladera alta, Tzintzuntzan está coronado por un conjunto de Yácatas que entre los siglos XIV y principios del XVI fueron sede política de los señores uacúsecha (águilas) y también espacio ceremonial dedicado al dios Curicáveri, señor del fuego. A siete kilómetros de ahí, permanece el asentamiento militar de Ihuatzio, que en purépecha signi ca “lugar de coyotes”.
Por los testimonios contenidos en La Relación de Michoacán, se sabe que ahí se celebraban los funerales de los cazonci y las elites gobernantes; también se hacían sacri cios humanos.
Muy poco después de la Conquista de Michoacán (1522- 1529) y la subsecuente caída del imperio tarasco, Tzintzuntzan se convirtió en sede eclesiástica del Obispado, de lo cual permanece –entre otros edi cios– un Convento Franciscano del siglo XVI donde se mezcla la estética europea con la raigambre indígena.
De esas dos vertientes culturales, la población conserva todavía un carácter místico, el cual expresan precisamente durante las festividades de Semana Santa, con el Vía Crucis ; así como en la Celebración del Jueves de Corpus, de carácter pagano y judeocristiano a la vez.