La historia de Michoacán: el estado que alcanzó una riqueza muy variada en el arte.
Aproximadamente en el 1300 d.C., los tarascos que estaban asentados en el sur de la cuenca de Zacapu y en la de Pátzcuaro comenzaron a tener transformaciones en sus patrones de asentamiento, pues esto les indicaba que había una presencia de corrientes migratorias. Los Náhuas les llamaron Cuaochpanme (“los de una vía ancha en la cabeza”) y también Michhuaque (“dueños de los peces”). El nombre de Michuacan se le dio únicamente a la población de Tzintzuntzan.
Los antiguos pobladores tarascas fueron agricultores y pescadores, pero estos agricultores crean una gran excepción en Mesoamérica, debido al empleo del metal, el cobre, en sus instrumentos de labranza.
El grupo de recolectores cazadores chichimecas, Uacúsechas, aprovecharon esto para integrarse dentro de un periodo que fue transformando potrones de subsistencia y su nivel de influencia política, creando la fundación de Tzacapu-Hamúcutin-Pátzcuaro.
En el siglo XV cambia todo, pues aquellas personas que fueron invasores, aquellos extraños, se convierten en jefes y sacerdotes y desarrollan una cultura sedentaria. Al final, el poder se divide en tres sitios: Tzintzuntzan, Ihuatzio y Pátzcuaro. Una generación después, el poder se concentra en un sólo lugar: Tzintzuntan; su extensión fue calculada en 70 mil km², abarcaba artesanías de los estados de Colima, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Michoacán, México y Querétaro.
La riqueza de un territorio se basaba en: la obtención de sal, pescado, obsidiana, algodón; metales de cobre, oro y cinabrio; conchas marinas, plumas finas, piedras verdes, cacao, madera, cera y miel.
Al llegar la caída del imperio azteca en de los españoles, el reino Purépecha estableció un tratado de paz con Hernán Cortés para evitar su desaparición.