La Flor de Nochebuena ha estado en nuestro territorio desde tiempos remotos y desde entonces ha tenido usos diversos, medicinales, especialmente. Pero con la modernidad adquirió uno definitivo: Ser el símbolo de las fiestas decembrinas, ya que florece, precisamente, al final del año.
Para llegar a ello, una Flor de Nochebuena ha de ser cuidada por alrededor de 10 meses; representa “casi como un proceso artesanal” contar con una de ellas, comenta Juan Albino de Jesús, presidente regional del Sistema Producto Ornamentales, al cual pertenece esta especie.
De acuerdo con él, Zitácuaro es el líder en la producción nacional de la flor, por encima de municipios del Estado de México y Morelos. El cultivo está a cargo de unos 750 productores de las tenencias de San Felipe, Curungueo, Zirahuato, y Ocurio.
La producción florícola deja una derrama económica de 160 millones anuales para la zona y, ofrece empleos directos a unas 3 mil 500 personas, además de otros indirectos para una cantidad muy superior.
En parte por las gestiones que hiciera el entonces diputado federal por el Distrito, el hoy Gobernador Silvano Aureoles Conejo, la producción local tiene cabida en la Central de Abastos de la Ciudad de México; así como en otros puntos de venta importantes.
Todo ello no sólo infiere en la economía de la zona, también en su estabilidad, coinciden Albino de Jesús y el delegado de la Secretaría de Desarrollo Rural y Agroalimentario (Sedrua) en el oriente, Everardo Hernández Contreras:
“Estar ocupados en nuestra labor, tener actividad en nuestros hogares y contar con un ingreso decoroso, nos permite tener estabilidad social; que no haya brotes de violencia”, opina el primero.
La producción “no sólo favorece a los productores, sino a muchas familias que se emplean con ellos para subsistir y tener mejores condiciones de vida. Estos sistemas productivos ayudan al propio Gobierno a mantener la estabilidad social, porque la gente está ocupada y, además, son básicamente empresas familiares”, plantea el delegado regional de la Sedrua.
Este cultivo ha impulsado visiblemente a las comunidades, añade. “Hace unos 30 había mucho rezago… había zonas donde la gente vivía en casitas de bajareque y cartón, pero hoy tienen sus casas con mejores condiciones gracias a esta actividad productiva”.
Aunado al hecho de que esta flor es símbolo de la Navidad, para la región se ha convertido también en un referente de la paz y la armonía “ahora que estamos en crisis de amor, una flor así es lo que hace falta en casa”, opina Albino de Jesús.
Una cuestión artesanal
El cultivo de la Nochebuenas se desarrolla entre febrero y noviembre, habitualmente. Es un proceso relativamente simple, pero “es muy laborioso, de constante actividad” y requiere a los productores por tiempo completo.
“Durante todo el año se va cultivando, se va moldeando; es casi una obra artesanal… Se compra la plántula entre febrero y marzo en Morelos; después se trasplanta a las macetas y de ahí se le va dando tratamiento para que produzcan raíz, para que no adquieran plagas y así, hasta que la inducimos a que pinte”, indica Albino de Jesús.
En las últimas cuatro décadas y en parte derivado de la instalación de una empresa –“El Morro”– en la tenencia de San Felipe, la gente de Zitácuaro ha aprendido a producir una flor que durante siglos creció en forma silvestre, pero descubrieron algo:
La flor de invernadero no se colorea con ese rojo intenso que tienen las flores silvestres, así que debe ser “inducida, hay que darle un tratamiento porque está en otras condiciones ambientales y tiene modificaciones genéticas”.
Por ello, ahora las hay muy distintas: blancas y rojas y un gran número de tonalidades intermedias entre ambos colores. Además, este año los zitacuarenses han incluido un nuevo tono: el rosa mexicano.
“Cada año surgen nuevos colores, hay una diversidad muy amplia de ellos; pero lo máximo, la principal, es la de color rojo”, señala el productor.
De México para el mundo
La Flor de Nochebuena (Euphorbia pulcherrima), es endémica del sureste mexicano, pero se extiende por casi todos los países de América; se le considera una especie exótica, y es una de las flores más vendidas en los países europeos y los Estados Unidos.
Conocida desde tiempos prehispánicos –era llamada Cuetlaxóchitl, “flor que se marchita”, en náhuatl–, empezó a ser usada durante la Colonia para adornar las iglesias durante las fiestas decembrinas. Desde entonces, su fama fue extendiéndose al resto del mundo.
En Zitácuaro, se dice que rodeaba a las ahora ruinas arqueológicas de San Felipe de los Alzati. Como se trata de “unas plantas altas, grandes, la gente empezó a cortarlas” y, en siglos más recientes, comenzó a empaquetarlas en papel y trasladarlas por tren Toluca, Guanajuato, el Estado de México, e incluso a Guadalajara, para su venta, refiere Everardo Hernández.