El Lago de Cuitzeo es el segundo más extenso en el país y su antigüedad se extiende a varios millones de años. Además, ha cambiado de sitio y guarda en su interior elementos para explicar parte de la vida terrestre.
Esto lo sabe la doctora Isabel Israde Alcántara (Oaxaca, 1961), catedrática de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, especialista en cambio climático, pionera en el estudio de los lagos antiguos en México, y a quien se deben descubrimientos muy importantes sobre dicho cuerpo de agua michoacano:
Que hace 8 millones de años se encontraba en Charo y su extensión abarcaba la actual Cuenca con su nombre; que en los últimos 120 mil años se ha secado unas cuatro veces y, que contiene restos de un meteorito de hace unos 12 mil 800 años, causante de un cambio climático que transformó la vida terrestre y probablemente la vida del hombre prehistórico en América del Norte. Por este último descubrimiento, Cuitzeo fue conocido mundialmente y la doctora Israde y un grupo de científicos nicolaitas entabló una colaboración con sus pares en Bélgica, Estados Unidos y otros países, ya que ese evento fue global y de ello dan cuenta los vestigios existentes.
Como parte de un equipo científico internacional, la doctora Israde, miembro de la Academia Mexicana de Ciencias, está a punto de presentar la tercera entrega de su investigación sobre Cuitzeo.
Isabel Israde
Es catedrática en la UMSNH desde 1996; Licenciada en Ciencias de la Tierra por el IPN y Doctora en Estratigrafía por la Universidad de Milán, Italia; es miembro de la Academia Mexicana de Ciencias y nivel II en el Sistema Nacional de Investigadores. Sus investigaciones siempre han estado relacionadas con necesidades regionales.
Isabel Israde nació en Oaxaca porque su padre era militar. Estudió geología por un convencimiento profundo –“desde niña amaba las rocas”– y se mudó a Michoacán hace 33 años para unirse con su esposo, el también geólogo Víctor Hugo Garduño.
En Michoacán, tierra de lagos, encontró vías no previstas para su desarrollo profesional y es que, explica, “los cuerpos de agua son como cápsulas de tiempo” debido a que la acción del líquido forma una capa que impide la erosión de los materiales (lo que sí ocurre en tierra), de forma que se puede saber cómo era el clima, la fauna y otros elementos del territorio de hace 10 mil o 10 millones de años.
Sobre los hallazgos en Cuitzeo, la cuestión empezó porque encontró una diatomea (alga) especial, desconocida hasta entonces, que había estado en contacto con lavas fechadas en ocho millones de años.
Le llevó 10 años de investigación y superar el escepticismo de sus colegas, para “comprender lo que descubrí ahí”; es decir, vestigios del meteorito en mención. Después, la doctora Israde supo que había indicios iguales en Estados Unidos, Groenlandia, India, Siria y otros territorios. “Nos unimos a un grupo de 18 países y descubrimos que estaban en varios sitios y distintos contextos geológicos: ambientes desérticos, zonas glaciares”, refiere.
La gran llamarada
La caída del meteorito cuyos restos se encontraron en Cuitzeo cambió el clima de la Tierra y lo hizo más frío; pero al principio, fue como una gran llamarada antecedida por la caída de grandes bolas de fuego. Como explica Israde Alcántara en su cubículo de Ciudad Universitaria:
“Cayeron grandes pedazos en muchas partes del mundo. Y bueno, se desintegraron, al pasar de la estratósfera hacia la atmosfera… fue una fusión muy intensa que formó cierta ornamentación, como un calentamiento rápido que hacen los herreros, pero con temperaturas mayores, a mil 500 grados centígrados….
En toda la cuenca hubo una gran combustión, se quemó todo alrededor, pinos, encinos, todo desapareció por esta onda de choque”.