Josefa Ortíz de Domínguez La Corregidora, es uno de los personajes más importantes de la historia de nuestro país, ya que fue una pieza clave de la Independencia de México. Aquí te contamos quién fue esta mujer y por qué su lucha fue fundamental.
María Josefa Crescencia Ortíz Girón, como era su nombre completo, nació el 8 de septiembre de 1768 en Valladolid, lo que hoy es Morelia, Michoacán. Perteneciente a una familia criolla y de clase alta, fue educada por su hermana mayor luego de perder a sus padres a muy temprana edad.
Estudió en el prestigiado Colegio de las Vizcaínas, donde fue una alumna destacada por sus ideas cercanas a la Ilustración. Se inició en la política luego de casarse con el funcionario Miguel Domínguez a sus 23 años. Rápidamente comenzó a mostrar una postura crítica sobre el régimen de la Nueva España, ya que los criollos eran considerados ciudadanos de segunda clase y eran relegados a puestos de segundo nivel en el virreinato.
En 1802, Miguel Domínguez, esposo de Doña Josefa, fue promovido al cargo de Corregidor de la ciudad de Santiago de Querétaro a donde se trasladó la pareja. Josefa se integró desde el inicio al movimiento independentista.
La insurreción alcanzó rápidamente un nivel de organización que se consolidó en un plan para levantarse en armas el primero de octubre de 1810, pero el 13 de septiembre fueron descubiertos por un infiltrado que informó a las autoridades y al virrey sobre una conspiración en Querétaro.
La Corregidora se mostró rápidamente como una estratega muy competente, de carácter fuerte e ideales liberales, que ayudó en toda la organización de la rebelión. Pasó a la historia al ser ella quien avisó a los caudillos que habían sido descubiertos con los golpes de su tacón, pero su participación en el movimiento fue más grande, ya que durante muchos años estuvo activa en la lucha, mandando recados o dinero cuando podía para seguir apoyando la causa.
Este aviso de La Corregidora sobre la traición fue lo que incitó a Miguel Hidalgo a convocar al pueblo para levantarse en armas la madrugada del 16 de septiembre de 1810, fecha que se ha asignado como inicio de la guerra por la Independencia de México. Cuando fueron descubiertos, los Domínguez permanecieron en la corregiduría aunque fueron acusados de conspiradores y fueron recluidos en los conventos de la Cruz y Santa Clara, en donde estuvieron en calidad de esclavos los primeros días del conflicto.
Josefa fue trasladada al convento Santa Catalina ya que estaba embarazada. Ahí permaneció presa hasta 1817, cuando Miguel Domínguez pidió a que los liberaran pues ya su tiempo como caudillos había terminado. Pero incluso después de ser liberada, la casa de Josefa volvió a servir como punto de reunión para la rebelión. Murió en 1829 en una casa de la Ciudad de México donde pasó la última época de su vida y su cuerpo fue trasladado al convento de Santa Catalina. Actualmente sus restos se encuentran en el Panteón de los Queretanos Ilustres.