“No me considero un escritor regionalista, pero sí me gusta muchísimo Michoacán como escenario; los michoacanos tenemos un motón de lugares míticos para desarrollar a nuestros personajes” y llevarlos a distintas dimensiones y tiempos, piensa Jaime Martínez Ochoa (Nueva Italia, 1970).
A veces, resulta “imposible que te resistas a salirte de esas atmosferas religiosas de los fundadores de las iglesias” en la zona lacustre, donde se cuentan múltiples historias –se dice que en Erongarícuaro hay un mural pintado por Bretón, o que Buñuel escribía sus guiones en Pátzcuaro–, pero con todo, “no trato de ser localista. No quiero ser guía de turista de nadie”, indica el escritor, recientemente condecorado con el Premio Nacional de Literatura “Gilberto Owen”.
Martínez Ochoa es también periodista, y editor de Cambio de Michoacán, desde muy joven –“debió haber sido antes de los 30 años”–, y esta conjunción de ramos diferentes de la escritura ha permeado en sus letras.
Nuestro territorio tiene tanta belleza como violencia, “y eso es lo que siempre he querido manifestar: cómo la región influye en tu forma de ser”. En ese sentido, el periodismo ayuda porque aporta objetividad, “nos enseña a quitarnos las telarañas de los ojos, a escribir de manera ágil”, expresa.
– ¿También hay esperanza en ese escenario?
“Sí, es lo único que nos queda para seguir adelante, y aunque no es algo palpable, sigue siendo un aliciente. Creo que los michoacanos hemos sobrevivido tantas cosas, porque somos tercos y seguimos confiando.
“… No sé si la esperanza es de redención, pero al menos espero que las cosas mejoren porque de otro modo no vería salida. Y siento que todos nos levantamos diariamente a hacer cosas importantes por uno mismo, y a la larga también por lo que vivimos”.
Realidad o ficción
De acuerdo con el escritor, buena parte de las historias breves contenidas en “Gleba”, su trabajo ganador en el certamen nacional, están inspiradas en sucesos de la nota roja en los periódicos.
“Son historias con mucha intensidad dramática y que pueden evocar ciertas tradiciones” literarias, como la historia griega –“alguien que busca a su hijo desaparecido, por ejemplo”– o la novela negra, pues el estado como el país ofrecen pasajes geográficos y sociales diversos que dan pie a narraciones que van de lo trágico, a lo cotidiano o lo amoroso.
“Este libro (“Gleba”) me gusta mucho porque considero que es muy clásico, en el sentido de que los cuentos tienen inicio, nudo y desenlace, los pensé así… Porque no me interesa hacer propaganda, me interesa que la gente lea el libro y lo disfrute y que también tenga una serie de reflexiones”.
Escribir no es publicar
Egresado de la Licenciatura en Filosofía, Martínez Ochoa optó por la redacción antes por las aulas en su búsqueda de un trabajo que le permitiese escribir literatura; “y siempre lo he hecho desde que entré al periódico, en las mañanas, unas dos horas diarias; ya publiqué un libro que es producto de eso”; pero hay más de ellos.
“¿Sabes cuál es el problema? Que llegas a tener cinco o seis libros guardados, mientras gente de tu generación está publicando y tú no lo haces”, entre otras cosas por la gran dificultad de vivir de la literatura en México.
Así, entre envíos a editoriales Martínez Ochoa está por publicar “El hijo griego”, una novela policíaca que está en prensa (Editorial Terracota) y es la primera de una saga de seis a propósito de un detective de la policía estatal que más tarde se vuelve a la carrera privada.
“Digamos que es una novela detectivesca muy clásica, en la que hay un asesinato, un detective que investiga, varias pistas