Reconocido por artistas como Marcel Duchamp, formado por exponentes esenciales de la pintura mexicana como Frida Kahlo, Diego Rivera, y José Clemente Orozco, y creador de un estilo propio, que se nutre lo mismo de la imaginería religiosa que del pensamiento político, el muralista Arturo Estrada Hernández (el 30 de julio de 1925) está otra vez presente en Michoacán.
El 10 de diciembre anterior Estrada fue objeto de un homenaje nacional en el Centro Cultural Clavijero, en Morelia, donde el secretario de Cultura de Michoacán, Claudio Méndez Fernández, lo reconoció como un “tesoro vivo de la cultura” estatal y nacional.
Horas antes, Arturo Estrada ofreció una entrevista exclusiva a #Bitácora
Historia personal de un país
La pintura de Estrada ha sido expuesta en Estados Unidos, China, Francia y otros países; varios de sus murales acompañan edificios públicos y privados en distintos puntos del territorio nacional y se puede decir, sin duda, que formó parte activa en uno de los periodos más importantes de la pintura mexicana.
Pero a sus casi 92 años y medio, no olvida ni el aspecto de su pueblo natal, Panindícuaro, ni el nombre de su primer maestro en el arte que escogió para vivir.
“Estaba el santero, don Miguel Moreno, y yo salía de la escuela e iba allá, todo el sábado me la pasaba allá. Empecé primero dibujando y luego el me enseñó a modelar cristos de colorín… Alcancé a hacer algunas formas, porque mi pasión era la pintura”, cuenta Estrada, con aire cómplice.
Estudió la primaria cuando la polémica Educación Socialista se impartía en las escuelas; en su pueblo aún se recordaban las andanzas del bandolero Inés Chávez García y de su impensable devoción por el cristo local, el Señor de la Clemencia; también se hablaba de la Guerra Cristera y de otras cosas sobre sangre y guerra.
Pero nadie hablaba de arte. Formalmente, lo conoció cuando se mudó a la Ciudad de México, “a estudiar pintura”. Ingresó en la Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado “La Esmeralda”, cuando era un solar con una sola planta, y laboraban ahí “Diego Rivera, Frida Kahlo, (José Clemente) Orozco… Todos los grandes artistas” de ese momento.
Se decía que Frida Kahlo no sabía enseñar, “pero era curiosa”, recuerda Estrada, porque daba total libertad y tenía una manera para que la disciplina pasase desapercibida; “no intervenía… iba dando notas, “fíjate que la luz”; “no supiste distribuirlo muy bien”; “no lo lograste acomodarte en la superficie que tienes”, y así a cada quien. Era extraordinaria maestra”.
Estrada pasó de alumno a amigo cercano en la casa de Kahlo, donde vivió André Bretón, luego de que Diego Rivera lo conociera en Uruapan. Férreo ante la seducción del surrealismo y otros movimientos, se apegó al muralismo.
Arturo Estrada ha sido poco conocido en Michoacán, pese a su larga trayectoria. El reencuentro que se da a través de su homenaje, es más significativo por eso, dice.
“Yo salí de aquí con el deseo de llegar a ser importante en la pintura y conocí muchas cosas, y he visto mucho el mundo por medio de este oficio, pero me da mucho gusto que aprecien mi obra aquí” donde comenzó todo, concluye.