La Costa Michoacana es un paraíso inigualable. Con una extensión de 228 kilómetros de playas, bahías y acantilados que corren paralelo al Océano Pacífico, posee una gastronomía exquisita y una riqueza artesanal notable, proveniente de sus comunidades mestizas y nahuas.
Hablamos de un lugar ideal para turistas nacionales e internacionales que gusten de nuevas experiencias y aventuras.
Este paraíso de sol y mal se localiza al sur de la capital michoacana –se llega a él a través de la Autopista Siglo XXI– y cuenta con más de 100 playas a las que delimita la Sierra Costa, como Maruata, Pichilinguillo, Faro de Bucerías, La Llorona y muchas otras, cuyo conjunto crea una mágica región donde convive la historia, la cultura y la naturaleza.
Te esperan el vuelo de innumerables aves, campamentos de tortugas marinas en Colola, Ixtapilla y otros puntos. Encontrarás el delta del Río Balsas, bahías para bucear, huertos donde comer frutas frescas, largas extensiones de cocoteros y opciones varias para hacer deporte, divertirte y descansar; incluso puede que veas ballenas y delfines.
Las playas michoacanas tienen suaves oleajes, ideales para nadar y disfrutar con la familia, pero también zonas para los amantes del surf con fuerte oleaje durante todo el año.
Larga historia
Desde el periodo prehispánico han habitado en esta región los nahuas, cuya presencia ha dejado huella en toda la zona costera, por ejemplo: en la producción de artesanías como los chiquihuites (cestas), la alfarería, los textiles y otros objetos; además de una gran variedad de platillos regionales en comunidades como Cachán de Santa Cruz, Coire, Huirla, Huizontla, Ostula, Pómaro y San Pedro Naranjestil.
La ciudad más importante de la costa es Lázaro Cárdenas, no sólo por su pujante economía, sino también porque ahí se encuentran la Catedral de Cristo Rey, el Muelle de Pescadores y el Malecón del Río Balsas. Cada día, a su puerto arriban barcos del Lejano Oriente cargados con miles de contenedores.