Rutas de la fe…Pueblos místicos

De las muchas alternativas que ofrece Michoacán como destino turístico, destaca la del turismo religioso, que hasta el 2014 aportaba una derrama económica de más de 523 millones de pesos anuales para la entidad, según datos del Perfitur.

Y es que el territorio posee multiplicidad de fiestas, espacios y tradiciones relacionados con la historia de las creencias, que el viajante puede conocer con sólo adentrarse a nuestra geografía.

A propósito, la Secretaría de Turismo estatal promueve desde hace algunas semanas las “Rutas de la Fe”, una serie de siete recorridos por las iglesias y capillas más importantes del viejo Obispado de Michoacán.

Hacia el norte, el oriente y el occidente, partiendo de la capital michoacana, estos recorridos funcionan para atestiguar el legado cultural y arquitectónico que ha dejado la práctica religiosa, desarrollada en forma paralela a la organización política y económica del territorio desde mucho tiempo atrás…

Fundación de una provincia

Conquistada más por la fe que por las armas, la antigua Mechuacan se convirtió en provincia de la Nueva España  en 1536, cuando el Obispado de Michoacán fue fundado en  Tzintzuntzan, otrora capital de los señores purépecha. Vasco de Quiroga lo empezó a dirigir  en 1538.

El “Tata”, como sería conocido, se distinguió por la defensa de los indígenas y por su enseñanza de los oficios, que todavía se mantiene en parte: de ahí que en Uruapan se hagan lacas, en Paracho guitarras y en Santa Clara objetos de cobre.

A la par, Quiroga organizó los pueblos hospitales; inspirado por la Utopía de Tomas Moro creó ahí unas “repúblicas cristianas” para que vivieran los indios en la libertad y la fe.  Estos pueblos tenían además escuela, dispensario y una iglesia donde los heridos, huérfanos, viudas y necesitados eran atendidos.

Ejemplos son Santa Fe de la Laguna, Angahuan, San Juan Nuevo Parangaricutiro, Tacámbaro, Tingambato, Cherán y muchos más, incluso fuera de Michoacán, pues  Guadalajara, Atotonilco, Puebla, Oaxaca y otras ciudades siguieron el ejemplo.

En tanto, para 1539 la sede del Obispado se trasladaba  de Tzintzuntzan a Pátzcuaro, donde Quiroga mandó construir la Basílica de la Virgen de la Salud, que aún guarda sus restos mortales.

En Pátzcuaro también instituyó, ese mismo año, el Colegio de San Nicolás, antecedente de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.

Distribución territorial y arquitectura religiosa

Para la administración del Obispado, que entonces rebasaba los límites del Michoacán actual, el territorio fue divido en dos grandes regiones: las Doctrinas de la Sierra y las Doctrinas de Tierra Caliente.

Ahí, entre los siglos XVI y XVIII, fueron construidos templos, monasterios y conventos con mano de obra indígena, tanto por los seculares  como por el clero regular.

Los primeros, las órdenes monásticas, ocuparon Celaya, Colima, Guanajuato, Guaymeo, León, Maravatío, Tlalpujahua, Zamora y, entre otras jurisdicciones,  Tinguindín, donde permanecen la Parroquia de San Miguel Arcángel y la Capilla de nuestra Señora de la Asunción.

Las órdenes

Los Franciscanos, primeros en llegar a Michoacán en 1526, quedaron en Colima, Guanajuato, León, Maravatío, San Luis Potosí, Tancítaro, Tlalpujahua y Tuspa, entre otros sitios. El hermoso Templo de San Francisco en Morelia, es un ejemplo de su labor arquitectónica.

A su vez, los Agustinos llegaron en 1537 y fundaron la provincia de San Nicolás de Tolentino, instalando también nueve doctrinas en Cuitzeo, Charo, Guaymeo y Valladolid, entre otros. Vestigio de su paso es el Templo del Señor Santiago en Tingambato y el Templo de San Francisco en Pichátaro.

A finales del XVI arribaron los Jesuitas,  instalándose en Guanajuato, San Luis y parte de Michoacán, donde fundaron colegios. Precisamente, el actual Palacio Clavijero de la capital michoacana es uno de ellos.

También por entonces llegaron los Carmelitas, fundando un convento en Celaya (1597) y otro en Valladolid: la hoy Casa de la Cultura de Morelia.

Te cuento que…

Esta próxima temporada vacacional, Michoacán presenta múltiples atractivos para quienes gustan del turismo religioso y de otro tipo.

Por ejemplo, el 18 de marzo se celebra la Fiesta del Señor de Araró, en Zitácuaro, donde se realiza una peregrinación, acompañada por oficios religiosos, kermesse, juegos pirotécnicos, castillo, música y venta de antojitos.

Un día después en Tarecuato se realiza a la “Maipita” o feria del atole, cuyo origen se pierde en el tiempo. Aquí el viajero puede degustar más de veinte sabores, desde los más tradicionales como el atole negro, hasta los más arriesgados, hechos a base de  vegetales.

El mismo día pero en Tingambato, famoso por su zona arqueológica, comienza la Feria del Geranio, una gran exposición floral que incluye muestras artesanales y venta de antojitos regionales.

El 20 de marzo, precisamente el Domingo de Ramos conforme el calendario católico, empiezan por todo Michoacán las representaciones bíblicas sobre la vida y muerte de Jesús; la visita de los siete templos, la bendición de las palmas, la quema de Judas y otras tradiciones festivas.

 

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