Artemio Rodríguez, trazos de una poética popular.

La vocación popular del grabado es tierra fértil para Artemio Rodríguez, artista que a pesar de que se formó en las artes gráficas en Estados Unidos, resignifica en su obra los signos de una identidad mexicana que, acorde con el fluir del tiempo, se nutre de otras culturas para mantenerse en movimiento y siempre vigente.

Originario de Tacámbaro, Artemio Rodríguez enfrentó en su juventud una disyuntiva  similar a  la de muchos michoacanos: quedarse en su tierra y trabajar como peón de albañil o cortador de aguacate, o irse al “norte” como lo hicieron sus hermanos mayores. Irse a Estados Unidos fue la mejor opción, pero llevó consigo la semilla de un arte que le daría buenos frutos.

A propósito de su primera exposición colectiva en Morelia, organizada por la Universidad Michoacana en septiembre del 2013, el artista realizó algunos apuntes en primera persona que nos permiten acercarnos a la parte de su vida en la que definió su vocación.

“Andaba por ahí creyéndome una mezcla de Arthur Rimbaud y César Vallejo, con destellos de Octavio Paz y embarraditas de Efraín Huerta. Pero un día, en que estaba de visita con el impresor Juan Pascoe, como siempre tratando de impresionarlo con mi postizo talento poético, de repente me dice: ‘mira tú, yo sé que tu sueño dorado es ser un gran poeta, pero la verdad veo que lo tuyo no está en la escritura, sino en el dibujo´”.

¿Quién iba a pensar que ese güero nacido en Chicago le iba a dar tanto a la cultura mexicana? Si, es que Juan Pascoe, además de ser cofundador del grupo Mono Blanco que fue clave para el resurgimiento del son jarocho, tiene en Tacambaro su Taller Martín Pescador, donde se imprimen libros que son un arte en sí, y donde introdujo a Artemio Rodríguez en la disciplina del grabado.

Artemio Rodríguez recuerda que Juan le obsequió un librito titulado El grabado en madera, de Paul Weinstein; “me lo dio junto con algo de dinero para que la próxima vez que anduviera de vago por la Ciudad de México fuera a la tienda Casa Serra y comprara unos pedazos de linóleo y unas navajas para grabado”.

Los grabadores medievales en europeo fueron la primera referencia y su introducción a las técnicas de la gráfica; no obstante, con el paso del tiempo y el dominio del oficio, en su arte fueron ganando presencia las influencias de José Guadalupe Posada y otros grabadores del Taller de la Gráfica Popular.

El originario de Tacámbaro llegó a Los Ángeles en 1994, donde alternó su trabajo pintando casas con las clases de grabado en el taller del Self-Help Graphics, que era dirigido por la  monja  Karen Bocalero.

Además del talento, Artemio Rodríguez dedica grandes esfuerzos al grabado desde sus inicios: “cada sábado estaba ahí desde temprano hasta muy tarde, a veces quedándome a dormir sobre las mesas y usando los fieltros de las prensas como cobijas, así podía seguir trabajando al día siguiente: el domingo”, así recuerda aquellos días en el taller de la religiosa.

El grabado es para Artemio una especie de oficio de afirmación de la identidad, por ello su primer serie consistente en este arte fue La Lotería, elaborada con la idea de crear una suerte de enumeración enciclopédica-lúdica del ser mexicano.

Su experiencia como migrante también ha sido clave en su carrera, ya que puso el dominio de su arte al servicio de una reflexión crítica plasmada en el libro American Dream, del cual se han extraído algunas obras incluidas en la presente edición de Bitácora.

La obra de Artemio Rodríguez ha sido ampliamente reconocida, ya que su carrera se ha desarrollado con gran solidez y en constante exploración, tanto de formatos como de técnicas, ya que lo mismo reinterpreta temas clásicos del arte que plasma su personalísima iconografía en soportes tridimensionales.

Su obra forma parte de las colecciones de importantes museos como  el  Hammer Museum, Los Ángeles Country Museum of Art, San Diego Museum of Art, Phoenix Art Museum, Seattle Art Museum, Boise Art Museum, entre otros.

Artemio Rodríguez regresó a Michoacán con el ánimo de compartir los frutos cosechados, razón por la que trasladó su galería La Mano Press, antes ubicada en Los Ángeles, a la ciudad de Pátzcuaro, donde se llama La Mano Gráfica y bajo la dirección de Silvia Capistrán busca ser un importante centro para la difusión del arte gráfico michoacano, y mexicano en general.

Uno de los proyectos más ambiciosos de Artemio Rodríguez es abrir en su natal Tacámbaro un centro multidisciplinario donde artistas de diferentes latitudes puedan realizar residencias creativas, pero también donde se puedan desarrollar ecotecnias para fomentar una nueva cultura de la sustentabilidad.

 

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