La Charanda

La Charanda es una bebida que está dentro de las 16 denominaciones de origen que México tiene en productos, técnicas o ingredientes que se dan en una zona específica del país. Esta bebida es originaria de la región de Uruapan, Michoacán, y su sabor es tan épico como el del ron, ya que se extrae de la fermentación de la caña de azúcar, su color es hermoso y su efecto es maravilloso.

Hay varios factores que hacen que el suelo de Uruapan le dé un sabor característico a la caña de azúcar con la que se produce la charanda, ya que esa zona y los 16 municipios que componen la región: Ario, Cotija, Gabriel Zamora, N. Parangaricutiro, Nuevo Urecho, Peribán, Los Reyes, S. Escalante, Tacámbaro, Tancítaro, Tangancícuaro, Taretán, Tocumbo, Turicato, Uruapan y Ziracuarétiro.

Debido a que estos sitios tienen una altura de 1600 a 3800 metros sobre el nivel del mar y se caracteriza por tener una gran cantidad de volcanes extintos, haciendo que el contenido de azúcar de los cultivos a esta altura sea mayor que los situados más cerca del nivel del mar.

La charanda se ha producido de manera artesanal desde 1857, según datos de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural. Su nombre se desprende del cerro La Charanda, que se encuentra en Uruapan, y que en purépecha significa “tierra colorada”. El proceso de la producción de esta bebida es similar al de otros rones y aguardientes, que provienen de la fermentación y destilación de la caña de azúcar.

Para elaborarla se utiliza el jugo de la caña o sus derivados como el melado, piloncillo o melaza. Pasa por dos destilaciones que la dejan en un porcentaje de entre 50 a 55 grados de alcohol, tiene mayor cantidad de azúcar, sacarosa y hierro, lo cual se traduce en un sabor más dulce y aromático; con tono ámbar debido a las barricas en las que se reposa son de roble o encino.

En un manuscrito de 1781 que se localiza en la Biblioteca Nacional de Madrid, llamado Memoria sobre las bebidas de la Nueva España, de Francisco Leandro de Viana, conde de Tepa, se describen los efectos y sus gravámenes excesivos, e incluso peyorativos del chinguirito; en cambio le gustó el pulque como bebida saludable. Por cierto, como dato curioso este personaje fue propietario de haciendas productoras de pulque, puesto que se había casado con la dueña de varias, por lo que se le reconocía como uno de los principales pulqueros del virreinato

Durante el período virreinal estuvo legalmente prohibido hacer el chinguirito, el padre de la charanda, porque competía de forma ilegal con el aguardiente traído de España, en particular del aguardiente catalán. Fermentar pulque sí estaba permitida pero se cobraba un impuesto por su elaboración.

A pesar de la prohibición algunos pobladores no se dejaron amedrentar por los colonizadores, así que siguieron produciendo vino, el aguardiente y otras bebidas regionales fuertes; eso explica por qué en Sonora, Chihuahua, Coahuila, y claro en Michoacán se siguió con la tradición de la producción de bebidas y que ahora se tenga a la Charanda como un producto con denominación de origen.

Los charanderos michoacanos aseguran que su producto no enfrentará crisis como la del tequila, porque los ciclos de producción de la caña son muy distintos a los del agave azul. Mientras que un agave tiene que madurar por siete u ocho años para estar listo para producir tequila, la charanda puede tener hasta dos zafras al año.

Como es un producto artesanal y sobre todo de consumo local, no tiene grandes flujos de la demanda en el mercado, muy a pesar de que es un producto que poco a poco ha trascendido fronteras por la originalidad de las marcas actuales, diseñadas con elementos mercadológicos que han catalizado la demanda en países donde la población inmigrante tiene raíces michoacanas.

La charanda se toma y se puede mezclar igual que un ron, pero tiene la ventaja de poder mezclarse con jugos, aguas frescas, refrescos embotellados y con otros licores. Además de ser un gran acompañante de carnes.

Se dice que la charanda tiene la particularidad de dejar en la garganta ese rastro de bravura y la invitación para degustarla hasta el último trago.

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